lunes, 24 de diciembre de 2007

Encuentro y Seminario de Aikido en Esquel


El jueves y viernes pasado (20 y 21 de diciembre) tuvo Héctor Flores la bondad de viajar hasta ese rincón de la Patagonia argentina para darnos a los aikidokas del Sur unas clases maravillosas.
Fue increíble encontrarse con gente de lugares tan alejados como Bahia Blanca, Viedma, Comodoro Rivadavia, Cutral-Co (Neuquen), San Martin de los Andes y aún Buenos Aires; con gente que venía de tendencias distintas con la que pudimos encontrarnos en una práctica común.
Creo que todos recibimos mucha enseñanaza de Héctor, no sólo en relación a las técnicas sino, especialmente, en la relación del Aikido con la vida. Al menos en lo que a mí respecta, me dejó tantas cosas con las que seguir experimentando, que van a llenar todavía un par de años; espero estar a la altura de semejante regalo.
Mostró una vez más que las actitudes con que encaramos la práctica del Aikido son las mismas con que encaramos la vida; y me gustaría rescatar algunas de sus frases, dichas en general: "hay que terminar lo que se empieza", "hay que tomar con intención (de hacer algo)", "somos capaces de hacer muchas más cosas de las que imaginamos", "no traten de reemplazar imprecisión con velocidad", "no se conformen con la práctica fácil".....
En un momento le espetó a su 'uke': "Cuando el maestro llama, no hay nada más importante que el maestro" (el 'uke' se había detenido a recoger algo del suelo -- después me dijeron que fue una lente de contacto que se le había caído--). Creo que muchos quedaron asombrados de esta reacción, probablemente alguno pensó que se trataría de un formalismo tradicionalista; alguno pareció pensar que levantar la lente de contacto tenía la suficiente importancia como para merecer una excepción. Creo que ambas visiones pierden el foco: ¿qué pasaría si en vez del maestro todo bondad -- o eso suponemos -- hubiera sido un atacante de quien debíamos defendernos? Esos segundos de distracción podrían ser fatales. Cuento ésto principalmente porque éste fue un momento en que me resultó más educativo escuchar el comentario posterior que la experiencia inmediata, una muestra más de que la enseñanza va mucho más allá del momento en que se imparte.
Por ahora no estoy lista para dejar aquí las cosas importantes que me dijo en particular, que fueron muchas y que muestran una recurrencia en actitudes que a veces creía superadas; pero quiero agradecerle desde aquí todo el amor que volcó en su enseñanaza y rezar por aprovecharla.
También quiero agradecer a su familia por acompañarlo, a Kyoko por ser tan maravillosa y a Marisa y Gen por ser tan abiertos a esta nueva experiencia (nunca habían estado fuera de Japón) y compartir tantos momentos con nosotros.
Gracias también Tom (Tomasini) por haber organizado este seminario.