miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una gran idea

Hace más o menos 50 años (o más) que la tecnología automotriz se mantiene relativamente estable; con mejoras en algunas cuestiones tales como materiales, elementos de seguridad, etc., que no hacen al corazón de la tecnología: el uso individual de combustible.
La aparición de autos eléctricos fue saludada con grandes expectativas, pero hasta ahora no logró imponerse, quizás por las resistencias de los propios usuarios.
Ahora se anuncia el estudio e investigación de un nuevo concepto, que quizás en el fondo resulte como lo de los autos eléctricos, una gran idea con pocas posibilidades de aceptación práctica.
Sin embargo, me pareció que esta vez podría tener algún incentivo práctico. Se trata del proyecto SARTRE en estudio en el Reino Unido, según nota publicada en el diario La Nación, que propugna el uso de un vehículo "líder" respecto del que podrían ir acoplándose y desacoplándose otros vehículos a voluntad. Durante el tiempo que el rodado se encuentre en la "formación", su conductor podría olvidarse totalmente de los problemas del tránsito (o por lo menos dedicar sólo media parte de su cerebro esos problemas), dedicándose a otras tareas (como leer, hablar por teléfono, limarse las uñas, etc.. -siempre y cuando los caminos sean de países desarrollados, eso sí).
Según la nota, se estima en aproximadamente un 20% la reducción de emisiones nocivas; si a ésto sumamos el incentivo de poder dejar de estar atentos al tránsito siquiera por un instante, creo que aquí sí se da la combinación adecuada para que los usuarios finales estén dispuestos a probar la nueva tecnología, si ésta llega a estar disponible.

lunes, 20 de julio de 2009

9 de julio. Despedida de mi hermano y partida (de él) hacia NY

Esto es un poco como empezar por el final...
Del 4 al 9 de julio estuve en Buenos Aires con mi hermano, a quien veo sólo cada tantos años, para celebrar su cumpleaños número 50. El día siguiente al de su cumpleaños, el 9 de julio, debían volverse, él y su mujer, a Nueva York, la ciudad donde residen desde hace muchísimos años. Fue un día muy especial, que nos dió la oportunidad de conectarnos con aspectos de nuestro pasado anteriores aún a nuestra existencia, ya verán por qué.
Ese día amanecimos un poco nerviosos y acelerados, ellos debían devolver el departamento y yo tenía que ubicar a mi amigo Sergio, ya que como me volvía a mi hermoso Bariloche recién al otro día, debía llevar mi equipaje al lugar que tan cariñosamente me ofrecieran él y su mujer. Dimos los últimos toques al guardado, que habiamos tratado de dejar listo y organizado desde la noche anterior. Desayunamos, limpiamos el departamento y, después de unos cuantos llamados desesperados, a media mañana partimos hacia lo de Sergio. Me gustó que Panchi los conociera, sentía que por fin compartía con él algo mío.

Después de pasar un rato con Sergio y su familia (gran té de gengibre!), encaramos la vuelta al departamento, previo tour por algunos lugares especiales de Buenos Aires (Melian y Cramer). Bueno, más que la vuelta al departamento fue ir a almorzar a un lugarcito muy simpático, con buena comida, que quedaba a la vuelta, hasta que se hiciera la hora previamente concertada con los administradores para hacer la entrega (que, dicho sea de paso, se desarrolló sin inconvenientes, a pesar de alguna aprensión previa en ese sentido).

Dado que los platos que pedimos no eran los del día, tardaron tanto que a mitad de la comida Panchi y María Luisa suspendieron y fueron hasta el departamento a sacar el equipaje y entregar las llaves, quedando yo en 'custodia' de sus lugares y comidas; como a la media hora volvieron y siguieron por donde habían dejado, con un pequeño desvío, por así decir, ya que debido a la cantidad de equipaje hicieron trasladar las cosas a una mesa del exterior. Fuera de ese detalle, el almuerzo se desarrolló en armonía y fue magnífico. Allí esperamos la llegada de nuestro primo Otto, que se había ofrecido para llevarlos al aeropuerto. Fue maravilloso reencontrarme con mi primo, a quien no sólo no veía desde hacía varios años (fueron más de diez, si no recuerdo mal), sino que además pudimos conectarnos de una manera que no había podido ser cuando éramos jóvenes, por la gran diferencia de edades. Realmente un momento para atesorar.

El viaje al aeropuerto fue bastante divertido, aunque cualquier cosa menos cómodo, ya que en un auto hecho para cuatro personas sin demasiados bultos, tuvimos que apretujarnos cinco personas y varios bolsos y valijas que equivalían en volumen por lo menos a una persona más y de dimensiones bastante considerables a lo ancho. Sin embargo, llegamos, dando todos un suspiro de alivio pero sin haber perdido el buen humor, ya que la conversación durante el trayecto de aproximadamente 40 minutos había sido muy entretenida. En el aeropuerto compartimos un rato más, donde Otto nos contaba recuerdos que él tenía de nuestra madre de épocas anteriores a nuestra propia existencia, algo sobre lo que hasta el momento no había tomado conciencia, a pesar de ser lo natural, dado que para cuando nacimos el ya era lo que hoy en día llamaríamos un joven adulto.

Así, recordaba que cuando nuestra madre volvió de Alemania, en pleno final de la guerra, era una persona muy nerviosa, a la que cualquier ruido súbito hacía ponerse a la defensiva, por ejemplo; recordaba también que por esa razón se recluyó durante un buen tiempo en el campo que la familia tenía en Alsina, donde se dedicaba a cocinar para toda la familia (que en ese momento estaba integrada por ella, nuestros abuelos, los padres de Otto y él mismo, no recuerdo si mencionó a su hermana, pero es probable que sí, ya que ambos tenían muy poca diferencia de edad entre sí), desayuno, almuerzo, merienda, cena; y además administraba la chacra, había introducido la apicultura (cosa de la que más o menos alguna idea teníamos, pero ignorábamos su dimensión), llegando a producir cantidades considerables de miel. Contaba que pese a no haber podido hacer sus estudios de agronomia (ya que su padre no se le había permitido), había logrado crear tan buenos vínculos con la facultad respectiva, que el profesor de apicultura visitaba periódicamente la chacra con sus alumnos, donde impartía las clases prácticas del curso que, ese sí, nuestra madre estaba tomando. Todavía tengo en algún rincón guardado su diploma de egresada de ese curso... Contaba como anécdota risueña que el profesor (de nombre, si recuerdo bien, Bevilacqua) insistía en enseñar que las picaduras de abeja no eran peligrosas y que más bien fortalecían, hasta un día en que por alguna razón la colmena entera se le tiró encima, dejándolo en un estado que necesitaba urgente intervención médica. Por suerte pudo salvar su vida a pesar que la atención médica no se logró en forma tan urgente (hubo que trasladarlo en carreta hasta el pueblo cercano y desde allí en tren hasta la primera ciudad importante). Ese episodio aparentemente acobardó al profesor y sus alumnnos (algo bastante esperable), quienes ya no realizaban sus prácticas con la asiduidad de antes y, poco a poco, sumado ese hecho a la circunstancia de que ya la familia no vivía más en el campo, la explotación apícola fue decayendo hasta que terminaron liquidándose las colmenas. Para ese tiempo, nuestra madre había comenzado a trabajar en una empresa dedicada a operaciones de exportación e importación (la famosa "VanBaren" de varias conversaciones hogareñas), donde conoció a nuestro padre y comenzó nuestra historia.

domingo, 28 de junio de 2009

Prinzregenten Torte

PRINZREGENTENTORTE
(textual de mamá)

375 gr. manteca
375 gr. azúcar
1 cta. esencia de vainilla
6 huevos
300 gr. harina
200 gr. maizena
2 cts. al ras de polvo para hornear

Se bate la manteca agregando el azúcar, el extracto de vainilla y los huevos, mezclar bien agregando de a cucharadas la harina mezclada con la maizena el polvo de hornear.
En el piso de la tortera desarmable se ponen dos cucharadas de masa, se esparce bien cuidando que no quede muy poca masa en los bordes, ya que estos se queman fácilmente, se hacen más o menos cinco a seis pisos. Entre cada piso se pone crema de chocolate y se baña el piso superior con un baño de chocolate o de cobertura.

La crema se hace con ½ litro de leche, 180 gr. azúcar, 50 gr. harina, 3 yemas. Se hierve y al enfriarse se bate con 200 gr. manteca o se le agrega crema de leche.

Ahora, las modificaciones anotadas por mí al margen:
Para un molde de diámtero 29 cm. - Libro, pg. 37;
En rleación a la maicena, anoté 75g en lugar de 200.- En la crema, agrego 3 cucharones de nesquick

sábado, 14 de febrero de 2009

Algunas historias risueñas sobre mis antepasados

Charlando con Mati, fui hilvanando algunos recuerdos de cosas que contaba mi madre sobre su familia, anécdotas sueltas que más que un hecho traen a la mente un estilo de vida o un carácter.

Así, por ejemplo, recordé que mi abuelo materno, el Sr. Metzinger, tenía una hermana llamada Ana, que parece ser que era un personaje un tanto novelesco, una especie de oveja negra; aparentemente era bailarina de cabaret y tenía una hija (que decía mi mamá que era hermosísima) a la que estaba encauzando por ese mismo camino y posiblemente prostituyéndola también
(recordemos que Alemania estaba pasando su enorme crisis de entreguerras);
para sacarla de ese ambiente y poder darle una mano mi abuelo (a quien en la Argentina las cosas le estaban yendo bastante bien) la hizo venir; aunque
parece que mucho no se reformo la señora...

Esto me confirma que los Figueirido/Metzinger/Schadomsky somos el resultado de una melànge total de caracteres, estilos y modos de vida, desde el estilo desenfadado y divertido, poco afecto al trabajo y poco preocupado por las cuestiones económicas de la familia de mi abuelo Metzinger (estilo del que él evidentemente era la excepción), hasta el estilo austero, trabajador y ordenado de la familia de mi abuela Schadomsky, pasando por el estilo 'mix' de clase trabajadora argentinadescendientedeinmigrantes de la que provenía mi padre.

La familia de mi abuelo tenía raíces tradicionales en la ciudad de Köln (Colonia), al contrario de la de mi abuela, que provenía, como dije en otro post, de Europa oriental.

Respetaban prolijamente la tradición del carnaval de Colonia (famoso por siglos) y como buenos coloneses lo festejaban 'con tutti' (es decir, a full, jaja);
mi madre siempre contaba que mi abuela (perdon, bisabuela) cocinaba un montón en los días previos y los tres dias de carnaval no trabajaba en la casa; que todos (incluida ella) entraban y salian a cualquier hora, y comian lo que encontraban de todo lo que había preparado previamente; salían a las calles, a divertirse, al mejor estilo latino (no hay que olvidar, después de todo, que la ciudad de Colonia era, precisamente, un enclave romano).

lunes, 26 de enero de 2009

Familia Schadomsky

Empezar a escribir detona recuerdos e ideas, parece... Una 'googleada' sobre el nombre Schadomsky (el de mi abuela, la herencia que más me apasionaría rescatar, por razones absolutamente irracionales que ni siquiera yo conozco realmente), me llevó a un foro de búsqueda genealógica, en el que había dos personas tratando de rastrear antepasados con ese nombre, con nicks como 'mezi' y 'meschado'.
Como es prácticamente el único lugar que tengo para empezar, les mandé un mensaje que copio abajo (en aleman, obviamente):

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Sehr geherte(r) Herr/Frau:
Nach einer Google-Suche nach dem Namen Schadomsky habe ich an Ihrer Post gelungen, wonach Sie nach Informationen über Personen mit dem Namen Schadomsky, die aus OstPreussen kamen.

Vielleicht interessiert Sie, dass meine Grossmutter hiess Barbara Schadomsky, hatte 2 Brüder, Konrad u. Matthias, und eine Schwester, Käthe; sie kam aus Köln (war c. 1890 geboren, 1915 kam nach Argentinien, starb in 1956) und es wurde erzählt, dass die Familie ihres Vaters aus OstPreussen kam, angeblich aus Pommern - genaueres weiss ich nicht.
Es wurde mir auch bekannt, dass ein Mitglied der Familie nach seinen Ahnen wäre untersucht worden, aber nichts konnte daraus gemacht werden, da die Kirchenbücher von Anfangs der 1800er Jahre unter Feuer ganz umgekommen wären.

Ich suche auch nach meinen Vorfahren, habe aber leider keine weiter Informationen, als die obene angegebenen, so bitte, wenn Sie einiges zum mitteilen hätten, wäre ich sehr dankbar dafür.

Herzliche Grüsse, ich hoffe, dass Sie weiter ankommen in Ihrer Suche,
Barbara
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Mientras iba escribiendo ésto, recordaba los nombres de mis tíos-abuelos, que había olvidado, salvo el de Matias (;) ), y también que en algún momento de 1800 se quemaron los registros parroquiales donde se asentaban los nacimientos, por lo que un juicio que aparentemente se le había seguido a un pariente Schadomsky (desconozco a quien) para rastrear si tenía origen judío llegó a un punto muerto, por no poderse verificar si había nacimientos asentados con anterioridad a ese momento (los registros parroquiales relevaban solamente a la población cristiana).
Y también recordé que mi tía (tía-abuela, en realidad) Käthe se había casado con un hombre de apellido Gerson, él sí, judío, que murió quedando ella en la indigencia; y que resistió en época del nazismo incontables presiones para divorciarse de él, por lo que cuando el señor Gerson falleció a mi tía la ayudaba la comunidad judía, ya que no tenía medios ni para lo más elemental, ni siquiera una jubilación.
Lo que no puedo recordar ahora es cuál de los dos nombres de los hermanos era el tradicional de la familia, si Matias o Konrad, o ambos. Pero sí recuerdo la expresión emocionada de mi mamá cuando le comuniqué que a mi hijo lo iba a llamar Matías (y yo que quería evitar ponerle un nombre que existiera en la familia!)

domingo, 25 de enero de 2009

Mi madre..


Mi madre... ¿Qué puedo decir de mi madre que no resulte una reiteración de lo que todas las hijas dicen de sus madres, según los momentos? Sin embargo, también parece algo ingrato con ella dejar que su historia, por momentos riquísima en vivencias de todo tipo, se pierda.

En este momento me siento como el nexo entre la vida que va a ser y la que fue, el hilo conductor que une las historias de mis antepasados con las de mis hijos, nietos y tataranietos, si los llego a tener. Y en definitiva, ¿qué otra cosa es la identidad, si no la integración de la propia historia a una cadena de historias que fueron y que se proyectan en uno?

Hace algún tiempo, acuciados por distintas necesidades, mis hijos me preguntaban sobre mis padres y mis abuelos; y me dí cuenta con tristeza que era muy poco lo que sabía de algunos y poco también lo que recordaba de aquellos sobre los que había llegado a conocer algunas cosas. Por eso decidí empezar en este blog, que va tomando algo así como el carácter de una bitácora familiar, a contar la historia, o mejor dicho, las historias de los ancestros, a partir de las que me contaba mi madre y que poco a poco trataré de ir recordando. Será esto algo así como una serie en capítulos.

Para eso también es necesario que hable de ella, ya que será por así decirlo el personaje principal de esta travesía; y nada mejor que comenzar por la historia como la hilvanó mi hermana, que es algo así como el repositorio de la memoria familiar.

Así, recuerda mi hermana que mi mamá, de nombre Catalina, nació en los suburbios de Buenos Aires, en un lugar llamado Lanús (mi hermana dice Villa Ballester, pero yo recuerdo que mi madre siempre mencionaba Lanús como su lugar de nacimiento), el 4 de octubre de 1920. Parece increíble que hayan pasado casi 90 años desde entonces, y que haya habido tantos cambios en tan poco tiempo. La foto que subo, en la que se ve a mi madre, sus padres y sus tres hermanas (sin fecha, supongo que debe rondar por el año '30) es testigo de un tiempo distinto, en el que los automóviles recién empezaban a moverse entre la gente, en que no había aire acondicionado ni televisión y mucho menos computadoras o internet.

Su padre era Heinrich Hubert Metzinger (o, traducido, Enrique Huberto M.), nacido el 17 de noviembre de 1884 y fallecido por problemas cardíacos en el año 1945. Su madre era Barbara Schadomsky, nacida el 20 de mayo de 1890 y fallecida el 22 de mayo de 1956, casi un mes después de que yo cumpliera un año. Mi abuela me consentía más que a ningún otro de sus nietos, según contaban mis padres, y yo siempre sentí una especie de admiración generacional hacia ella y también algo así como que el llevar su nombre me tenía que hacer parecida a ella.
Ambos abuelos nacieron en la ciudad de Colonia, aunque no estoy muy segura sobre mi abuela, ya que su familia venía de un lugar relativamente cercano, también de la zona del Rhin, el Pfalz; eso sin contar los antepasados Schadomsky más alejados, que aparentemente venían de Pommern -Pomerania-, en la zona del Este, de ahí nuestros ojos mongoloides. Mi abuelo Heinrich vino al país alrededor del año 1912, comisionado por un comerciante importador/exportador de textiles para que le llevara los negocios en estas zonas, comerció que siguió desarrollando (después por su propia cuenta) hasta su muerte. De la actividad comercial textil de mi abuelo nos quedaron hermosas muestras de telas, damascos, puntillas, adornos, que todavía atesoro y cada tanto imagino una forma de exhibirlas.
Mi abuela, a su vez, que ya noviaba con mi abuelo cuando éste estaba en Alemania, cansada de esperar su vuelta decidió encarar el viaje inverso; es decir, venirse a la Argentina. Apoyada (moralmente, ya que era gente de escasos medios económicos) por su futura suegra, ahorró lo suficiente como para pagarse su pasaje en barco y un buen día les comunicó a sus propios padres que se iba, y que deseaba que ellos estuvieran de acuerdo, pidiéndoles su bendición; pero que de una otra manera, viajaba; y así lo hizo, llegando al puerto de Buenos Aires en 1915.
Ahora estamos acostumbrados a los viajes, a algo así como a ser 'ciudadanos del mundo', pero pensemos en lo que esto significaba en 1915. Una chica de 25 años, subiéndose a un barco para dar casi media vuelta al mundo (bueno, está bien, 1/4 de vuelta), por un lapso incierto en medio de gente desconocida, para recalar en un puerto conocido de un país que en sí era desconocido (recordemos que por esas épocas circulaba en Europa un 'best-seller' de Graf Keyserling que decía que al bajar del puerto ya se veían los indios, y que desde allí se podía ver la cumbre de los Andes..! - o al menos eso decía mi madre, confieso que no leí su "Reisetagebuch").... creo que mi abuela tenía mucho coraje - además de una obsesión con mi abuelo.

Cuando mi madre tenía uno o dos años toda la familia viajó a Alemania, a despedir a la abuela materna; allí nació su hermana Gretchen. En 1930 volvieron a viajar, mi abuelo tenía intenciones de volver a su país; sin embargo, la crisis económica había hecho estragos en un país que ya estaba desvastado por la posguerra del '18, y mis abuelos se sintieron muy dolidos por las escenas de hambre y dolor que encontraron en todos lados; por lo que decidieron volverse a la Argentina con sus cuatro hijas.