En los últimos meses
miré algunas novelas coreanas, 4 o 5, prácticamente sin
solución de continuidad. Todas me resultaron sumamente adictivas, al
punto de pasarme la trasnoche mirando un capítulo tras otro hasta
completarlas, algunas incluso las he visto por segunda vez y repetido
algunas escenas o capítulos por tercera o cuarta vez. Casi no logro
despegar mis pensamientos de lo que va sucediendo en cada una de
ellas, admirando la capacidad de los guionistas para transmitir múltiples historias de vida y la calidad de todos y cada uno de los actores que les dan vida.
Sin embargo, pese a que
ocupan mi mente y mi alma en una forma tan tenaz, hay algo en ellas
que me llena de inquietud, por momentos zozobra, y que pareciera ser
la causa de tener que mirar una y otra vez algunas de las escenas. Cada
vez que llego al final, algo me falta, o quizás me sobra; en la
mayoría de ellas he encontrado que hacia la mitad de los capítulos
o poco más allá se producen ciertos momentos culminantes con los
que la obra cerraría muy satisfactoriamente; sin embargo, no
terminan ahí las desventuras de la pareja protagónica y/o de sus
companieros, quienes a pesar de haber superado los obstáculos que
hasta el momento se oponían al progreso de lo que traían entre
manos, deben enfrentarse nuevamente a otros obstáculos imprevistos o
imprevisibles y siempre, indefectiblemente, dejar en el camino algo
de gran valor; algo que no parece ocurrir en las novelas argentinas
o, para el caso, otras latinoamericanas que he visto. Después de
pensar bastante sobre las causas de la desazón que me invadía en
cada final, me pareció darme cuenta de ésto que acabo de comentar.
Es como si el público coreano o asiático no pudiera percibir como
creíble que alguien pueda obtener satisfacción total a su búsqueda,
y que más bien siempre se trata de elecciones difíciles, sin
posibilidad de escapar al sacrificio o entrega de algo preciado.
Quien quiere libertad no puede tener reconocimiento, quien quiere
amor no puede competir en el mundo de los negocios, quien necesita el
control de una compania debe renunciar al amor....
Después de escribir lo
que antecede, me quedé pensando si realmente se aplicaban esas
conclusiones a todas las que ví, y en rigor pareciera que sólo a
una porción de ellas. A ver, recapitulemos...
La primera que ví fue la
de la mujer que tras un accidente pierde sus recuerdos de los últimos
10 años (“18 vs. 29”). En ella no parece que sus protagonistas
deban renunciar a nada esencial en el camino de su crecimiento, al
contrario, recuperan algo que habían perdido (su amor y la memoria)
mientras crecen en el proceso de búsqueda.
Luego siguió la del 1%
(“1% of Anything”), donde también parece que ganan sin perder
nada esencial.
Luego, “PersonalTaste”; los protagonistas decididamente ganan. Aunque en el camino
deben enfrentarse a heridas antiguas tan profundas que uno se
pregunta si alguna vez podrán desaparecer sus marcas. Y quienes los
rodean también van revelando quiebres y heridas producidas en sus
relaciones más íntimas, que hacen preguntarse cómo hizo la persona
para llegar hasta allí.
Después, un crescendo de
intensidad emocional. En “Faith” tuve que enfrentarme nuevamente
a mis propios recuerdos, el dolor lacerante de la separación del
gran amor, la incertidumbre sobre el futuro de la propia salud
emocional. Allí los protagonistas finalmente se re-encuentran, pero
deben entregar algo imposible de recuperar: tiempo, pedazos del alma.
En “The Heirs”
también, como probablemente corresponde al género, los
protagonistas sortean los obstáculos; pero el final si bien en
apariencia es optimista, deja flotando una cierta inquietud sobre el
posible desarrollo ulterior (qué garantiza que el protagonista masculino no
deba enfrentarse a la misma elección y las mismas presiones casi de
vida o muerte que su hermano, dentro de 10 años?); y aunque esta
inquietud sea apenas perceptible y casi negligible, en vista que él
ya la hizo durante el desarrollo de la novela, eso tampoco nos deja
tranquilos, porque en al darnos cuenta de ésto nos damos cuenta de
la enormidad de la soledad que hace su presa de casi todos los que
rodean a los protagonistas, y de cómo su sacrificio al abrazar dicha
soledad hace posible el desenlace auspicioso para la pareja
principal.
El modo cómo apenas
podía sacar de mi mente la imagen de Won (“The Heirs”) que elige
renunciar al amor para conservar su empresa y con eso entrar a
sabiendas en una eterna soledad, me hizo darme cuenta que ésto es lo
que no logro superar, la conexión que se produce con aquellos
personajes que pese a tenerlo casi todo, carecen de lo más esencial:
amor en cualquiera de sus formas. Visto desde una perspectiva
tradicional, la elección de Won parece egoísta y materialista. Un
análisis un poco más profundo nos permite ver que su elección
salvó a los protagonistas y les dió el aire que necesitaban para sobrevivir y desarrollar su amor, ya que si Won no hubiera renunciado a un amor
que se había prometido llevar adelante, su hermano y la madre de su
hermano hubieran prácticamente desaparecido sin posibilidad alguna
de sostenerse por sus medios.
¿Cómo se traslada este
sentimiento a “Faith”? Allí también podemos hablar de soledad.
La soledad de la protagonista femenina cuando debe entrar una y otra vez al
portal que la conduce por el tiempo, no sabiendo nunca a qué época
la llevará, encontrar que superó los más grandes obstáculos para
encontrarse de pronto llevada por un ventarrón del destino hacia una
época que no era la suya y que tampoco era la que había elegido en
su corazón; que se hace presente también en el protagonista masculino, cuando después de sostener en sus brazos para siempre al objeto de su amor, éste le es arrancado por ese mismo ventarrón, con una incertidumbre total sobre si alguna vez lograrán re-encontrarse... Sin hablar de la soledad y las heridas
que se vislumbran en el antagonista, con quien uno no puede menos que
solidarizarse en ciertos momentos, y en los restantes personajes.
Soledad y falta de amor
que se hacen también presentes en “Personal Taste” y “1% of
Anything” y, aunque con otros matices, en “18 vs 29”.
Creo que ésto lo que me
perturba de este sub-género, la presencia tangible de una soledad
existencial, que me hace preguntarme cómo vive la gente en ese
país, si las relaciones afectivas son allí un lujo que casi nadie
puede darse.
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